Mi nombre es Raquel y soy una joven albaceteña que está a 20
días de terminar su SVE (Servicio de Voluntariado Europeo) en la República
Checa, concretamente en Náchod, una ciudad de 21 mil habitantes al nordeste del
país.
Empezaré contándoos cómo fue mi llegada, que no podía ser
otra que con la maravillosa experiencia de perder mi avión, si, así es, un 2 de
septiembre en Madrid, sin teléfono y sola. Gracias a que tengo una familia y
unos amigos estupendos, conseguí alojamiento y pude comprar billete para el día
siguiente. Ya por fin a día 3 conseguí montarme en ese enorme aparato que me
llevaría a comenzar una nueva etapa de mi vida.
Por fin llegué a Praga y allí me esperaba un chico un tanto
peculiar, mi experiencia anterior con gente checa había sido con personas más o
menos “serias” pero el factor último día de exámenes y adolescente todo junto
ya os podéis imaginar, el resultado era un chico de unos 2 metros saltando,
gritando y con mi nombre escrito en naranja fosforito en un folio. Él me ayudó
a llegar a la estación de autobuses.
Al llegar a Náchod me esperaba mi coordinadora con cara de
adoración y amor infinito hacia mi persona por haberle hecho perder un día
(notar la ironía) pero he de decir que ahora se ha convertido en alguien a
quien adoro y que me adora, nuestra relación no podría ser mejor. Directamente
me llevaron a conocer a los que iban a ser mis compañeros, 2 mesas llenas de
gente y todos mirándome, creí morir de la vergüenza.
Durante todos estos meses, han pasado cosas geniales que me
han hecho madurar, aprender a vivir por mí misma y sobre todo a valorar las
cosas mucho más, si se puede, de lo que las valoraba antes, a darme cuenta de
lo insignificantes que son algunas cosas y de lo que se puede llegar a echar de
menos hasta el caminar por las calles por las que siempre me muevo por Albacete
He de decir que los primeros días fueron un poco
desconcertantes, algo muy normal. No conoces a la gente con la que estás
conviviendo, el idioma no hay por donde pillarlo y que mi nivel de inglés por aquellos
entonces no es que me permitiera mucho el tener conversaciones con cualquier
individuo no ayudaba. Pero poco a poco todo esto fue cambiando, los que por
entonces éramos extraños, empezábamos a convertirnos en una pequeña “familia”,
el idioma seguía siendo imposible, eso no ha cambiado mucho ni después de 1
año, la comunicación era ya fluida entre todos y empecé a disfrutar de todo lo
que pasaba a mi alrededor.
En todo este tiempo que llevo aquí he hecho mil cosas;
viajar por la Republica checa conociendo sitios preciosos, disfrutando de los
paisajes y degustando las comidas típicas. También he tenido la oportunidad de
viajar a Polonia, si se puede llamar viajar a coger un autobús a 10 minutos de
casa y viajar otros 15 más para llegar al pueblo de al lado, sí, podría ir
incluso andando a Polonia. Mi trabajo me permitió conocer gente de más o menos
mi edad con lo que pronto conseguí hacer amigos, algo que es genial cuando
estás sola en un país nuevo. Éste consistía en; asistir como nativa a un
instituto en las clases de español con gente de entre 16 y 19 años, trabajar
como profesora de baile en el centro joven, ayudando en las discotecas para
adolescentes que se organizaban 1 ó 2 veces al mes, ayudando como monitora en
los “dance weekend” e impartiendo workshops. También he trabajado en lo que
aquí llaman Atelier, que si lo traducimos al español significa Taller, allí
ayudaba con la preparación de actividades para niños, fabricábamos la
decoración del centro joven y hacíamos mil manualidades, para ser sincera me he
hecho súper fan de ellas. Por último, también participé en casi todas las
actividades que el centro joven preparaba para niños o para promover el centro.
Hemos tenido desde competiciones de danza del vientre hasta cuentacuentos para
los más peques, cosa que para mí era un poco complicada por aquello de que
tenías que hablar en checo y a pesar de tener clases todas las semanas no he
llegado a pillarlo del todo.
Cosas curiosas que me llevo a casa de la Republica Checa y
de los checos es su amor por la naturaleza y el deporte, haga frio o calor
ellos cogen bicicleta ¡y a la montaña! Pero no podría estar más contenta, ahora
creo que me he vuelto un poco como ellos, me encanta el aire fresco, el subir a
una montaña y querer morir después porque me falta el aliento o el levantarme
una mañana y coger bici e irnos todos al pueblo de al lado. Otra cosa, es la
cantidad de cerveza que beben, es una animalada, aquí no solo es que la vendan
a 80 céntimos medio litro, es que ellos mismos dicen que para beberse 2 no les
merece la pena, que por lo menos se tienen que beber 8, ¡OCHO!, eso son 4
litros de cerveza, una locura. Por otro lado está la comida, diferente a más no
poder a la comida española, aunque para ser sincera, a mí me gusta. Nunca les
falta un plato de sopa como entrante y lo más típico aquí son las gulash, una
especie de guiso de carne con Knedlík, lo que nosotros podríamos entender como un
tipo de pan. Sus comidas se basan un 99% en platos que contienen carne, no
pueden vivir sin ella.
También han habido momentos duros que me han hecho
plantearme el volver a casa o incluso, estando allí, quedarme y no volver. Como
la muerte de mi perro o lo peor de que le puede pasar a alguien estando fuera
de casa que es el fallecimiento de un ser querido, en mi caso mi padre. Pero
siempre he tenido el pensamiento de que si puedes solucionar algo, quédate,
sino sigue con tu vida y sé fuerte. Pensamiento que me ha hecho darme cuenta de
lo emocionalmente fuerte que soy y de lo que me han hecho madurar todos estos
meses a 2.370 km de casa.
Podría seguir llenando páginas y páginas de estos 12 meses
aquí pero creo que por ahora es suficiente.
Espero que hayáis disfrutado leyendo este pequeño trozo de
mi experiencia y que os haya ayudado un poco a tener una idea de lo que se
puede vivir en un SVE.
Un abrazo y nos vemos pronto J
Ahoj!
Raquel.
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ResponderEliminarImpresionante tu historia. Has sido muy fuerte. ¡Ánimo!
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